La ansiedad es una emoción normal que cumple una función adaptativa en numerosas situaciones. Todo organismo viviente necesita disponer de algún mecanismo de vigilancia para asegurar su supervivencia, y la ansiedad cumple ese papel en numerosas situaciones. Así es normal y deseable que un ser humano tenga miedo cuando se avecina un peligro real. De hecho, existen áreas específicas de nuestro cerebro y glándulas diseñadas para desencadenar las sensaciones de miedo y ansiedad en determinadas circunstancias como una forma de defendernos.
Sin embargo, a veces ocurre que toda esta preciosa maquinaria de prevención de peligros no funciona como debiera, produciendo falsas alarmas: se dispara la reacción ante estímulos inofensivos, o se encuentra permanentemente activada. En este caso ya no se trata de una reacción normal y hablamos de un trastorno que requiere atención y tratamiento.
Los trastornos de ansiedad se caracterizan por la sensación subjetiva de miedo y por algunos síntomas objetivos como taquicardia o palpitaciones, sudoración de manos, tensión muscular, hormigueos, amortiguamientos, calambres, sensación de asfixia opresión o dolor en el pecho.
Al experimentar tales síntomas físicos es lógico que muchas personas acudan a salas de urgencia, consultas con médicos especialistas y se practiquen una serie de exámenes para obtener un diagnóstico y tratamiento apropiado, encontrándose casi siempre con la misma respuesta "no tiene nada", "todo es psicológico"; cuando en realidad si existe un mecanismo fisiopatológico que está desencadenando toda esta sintomatología y que con una adecuada valoración y tratamiento se puede superar. El psiquiatra es el médico entrenado para identificar y tratar los diversos trastornos de ansiedad.
La música genera biorritmos positivos y cambia el estado de ánimo.
Preste atención a como el aire entra y sale de su cuerpo. Escuche su respiración y oxigene su mente.
Camine durante 10 minutos. Mirar a las personas hará que su mente se despeje.
Estire los músculos y las articulaciones para deshacerse de la tensión y propiciar la relajación.
Sumergirse en agua caliente calma la ansiedad y tranquiliza la mente.